Ultimamente, inquieta la tendencia a la desnaturalización en las que incurren algunas cooperativas, por ejemplo, cuando están ante la encrucijada de administrar crecimientos desbordados como entre nosotros los casos de cooperativas Obreras, Fecovita, Manfrey, Milkaut, Sancor o -en su momento- El Hogar Obrero o Supercoop, autotransportes cooperativos mendocinos (TAC), seguros (cooperativa La Unica), e innumerables y beneméritas cajas de crédito cooperativo locales y regionales argentinas obligadas por Martínez de Hoz a fusionarse en bancos cooperativos, como el Banco Cooperativo Integrado Departamental (fusionó 136 cajas de crédito), el Banco Buci, el Banco Alas y/o extrañas absorciones como las que Beraja con su Banco Mayo hizo del Banco Cooperativo de La Plata en tiempos del tequila.

¿Cómo omitir discusiones en las cuales con profundo sarcasmo se comprueba como las empresas capitalistas han encontrado en la lógica cooperativa un marco de sostenibilidad para sus cuestionables prácticas, mientras que las empresas cooperativas tienden a imitar cada vez más a las empresas capitalistas? Se trata de una tendencia natural a buscar el punto medio, esa tendencia irracional que nos describe tan brillantemente el profesor Motterlini y que nos hace olvidar los costos y beneficios de la misma. Sorprende conocer el espíritu altruista de los fundadores de cooperativas en entidades orientadas a la reciprocidad. Claro está que cuando más se explora no son pocas las veces que sus espíritus tienen más fundamentos en la reciprocidad que en el altruismo? ¡cuántos beneficios que obtienen por medio de su cooperativa!

Sin embargo, ocurre que muchas de nuestras cooperativas suelen estar plagadas de abogados exegéticos, que no miran más allá de la Ley, y de contadores que no miran allá de un plan único de cuentas basado en la generación de productos, pero no en la liberación de recursos (ambos elementos centrales para medir el impacto de un proyecto). Afortunadamente con el balance social, investigadores fundamentalmente europeos han demostrado que tal como es posible valorar el costo del aire, también es posible valorar cuánto mejora la capacidad adquisitiva de los asociados cada vez que liberan recursos por su consumo en las cooperativas. Esto es invisible a los ojos de la contabilidad; es invisible a los ojos de la eficiencia, pero no de la productividad, competitividad y efectividad. Las empresas cooperativas y los estudios rigurosamente científicos demuestran que las organizaciones cooperativas suelen tener ventajas diferenciadas que les hace ser exitosas en el sentido de la significancia e incidencia del impacto en el mejoramiento de la calidad de vida de los asociados. Quizá sea ambicioso pretender que en los estudios que justifican "las innovadoras estrategias empresariales" de consolidadas cooperativas tomen en cuenta al menos algunos de los hallazgos científicos que organismos especializados reconocidos europeos, como el Instituto Intercultural para la Autogestión y la Acción Comunal, de la Universidad Politécnica de Valencia-España, han realizado en las más prestigiosas universidades iberoamericanas. Entre tanto, nuestra responsabilidad como investigadores es presionar de forma constante y disciplinada para que en nuestras universidades el estudio científico de la economía solidaria desmercantilizada sea "un poco más que nada" y podamos entonces tender a documentar con más rigor las tendencias de las empresas cooperativas. Podríamos empezar un inventario argumental con la descripción de las conclusiones del profesor Kahneman, quien nos demuestra las inconsistencias de la supuesta racionalidad de los agentes. Necesitábamos llenar de evidencia lo que conocemos desde hace siglos: que el ser humano para tomar decisiones se deja influir por las pasiones. Es obvio, y está plenamente documentado, como los intereses de las los consejos de administración no suelen expresar los intereses del conjunto cooperativo, pero aún peor como en tantos casos cuando los intereses de los gerentes se contraponen a todos los demás. Cuando desconocemos esto entregamos nuestras organizaciones a las sendas de eficiencia de nuestros gerentes, quienes por ósmosis terminan utilizando la estructura institucional para dotar (y autodotarse) de nuevos negocios con estructuras de evaluación de incidencia en los asociados mínimas y con sólo el clásico estudio de factibilidad en la evaluación de cada proyecto cooperativo. Conocer la dimensión adecuada requiere estudios minuciosos que comparen, en el caso de las cooperativas, el valor de la orientación empresarial centrada en el asociado y los costos y beneficios que obtiene.